martes, 9 de febrero de 2016

De amores


Se de personas que tienen amores que duran menos que un suspiro. Que van de corazón en corazón, de piedrita en piedrita buscando en otros lo que tanto les falta. Viven buscando proveedores, personas que llenen la fuente de sus carencias y eso no se consigue. Se de amores que se usan para tratar de tapar heridas, para sentir algo en las manos, para tener algo o alguien de quien hablar. Amores que no son amores, son alfombra, escalera, mueble. Son una estación de tren, de metro o de autobús, son hotel barato. Duran menos de lo que prometen. Buscan encontrar aquello que no saben dar. Son amores de segunda mano, que te duelen con solo mirarlo. Conozco a varias personas que se pasan teniendo ese tipo de “amores”. Fugaces, efímeros, inseguros, el resultado es el mismo: ninguno les dura. Buscan que terceros le den el equilibrio que ni ellos mismos pueden tener. Conozco a alguien que no puede estar solo más de un mes, va saltando de sitio en sitio, de persona en persona. Vive con esa necesidad de buscar en otro lo que no encuentra en él. Dice que ya aprendió, que nunca más caerá en eso de nuevo, que no le teme a la soledad. Pero no hay que ser muy intuitivo para saber que eso no es así. No hay que ser muy intuitivo para saber que un corazón roto y vacío es como un colador en el que todo se va por los agujeros.

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