Esta vez no estoy perdida, no necesito una brújula
como siempre, tampoco me hace falta un mapa, ni una ruta. Esta vez no tengo a
donde ir, no hay nuevos caminos. Esta vez no soy víctima, soy la culpable. Me
encuentro detenida y no sé qué es peor, si estar perdida o estancarse por no
tener un sitio a donde ir. No veo hacia delante pero tampoco me detengo a mirar
atrás, solo estoy viendo el presente que tengo ahora. Aunque exista siempre la
posibilidad de que algo o alguien me haga recordar lo que deje atrás, no lo
hago. Irse es fácil, recoges tus cosas y te vas. Lo difícil es quedarse aun
sabiendo que no hay más camino por recorrer, aun sabiendo que las horas si
están contadas y que cada vez el hilo invisible se tensa más. Cada día que pasa
sigues viendo como todo lo que te pasa por delante de tus ojos cambia y avanza
menos tú. Pasas a ser un recuerdo de lo que fuiste y comienzas a desvanecerte.
Te vas dando cuenta que el mundo sigue su curso estés o no. Te detengas o no, decidas
irte o quedarte. Todo cambia, todo evoluciona, nada permanece quieto por un
largo tiempo, excepto tú y tus pies amarrados al suelo. Entonces no te queda
otra que resistir a quedarte estancado e intentar salir de ese pequeño agujero
personal que esta entre la vida y la muerte y que tú mismo te estas cavando.
Irse es
fácil, lo difícil es quedarse sabiendo que aunque te vayas no tienes sitio a
donde ir.
“Pero de eso se trata la vida no? De aventurarse.”