No espero, ni pido, ni exijo que me recuerdes cuando
ella te acompañe, porque eso me rompería el corazón. Tampoco espero que lo
hagas cuando ella sea la que este guindada de tu brazo tal como lo hacía yo.
Solo te pido que no dejes que nuestra historia desaparezca del todo aun cuando
nuestro “todo” se haya desvanecido. No quiero que los silencios sean más
fuertes que el ruido de nuestros latidos, cuando al compás armonizan esas
noches donde nos olvidamos que el mundo existe. No quiero que pienses que lo
nuestro quedo a la deriva, meciéndose en lo inconcluso. Quiero que ella sepa
que antes de todo siempre fuiste mío, que yo estoy en ti, así como tu estas en
mí. No me importa que ahora ella sea tu maga y yo solo sea la cenicienta a la
que le concedes tiempo antes de la media noche. No me importa que ahora bailes
su melodía y te aferres a su cintura así como un día lo hiciste con la mía. Ella
no debería hacerte sufrir, ella debería ser todo aquello que yo no supe ser.
Solo espero que cuando vuelvas a tu casa por las noches y no encuentres a nadie
allí, recuerdes que hace mucho tiempo yo también te amé, distinto y quizás
inconstante, como nuestra historia, pero te amé tal como ahora ella lo sabe
hacer.
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