Aún llevo a cuestas muchas cosas que me matan y no
se las he dicho a nadie. Aún guardo recuerdos dolorosos y oscuros, que me hacen
daño una y otra vez. Dejarlos atrás es uno de los actos de valentía más
difíciles que nunca me he animado a hacer.
Todavía conservo un baúl lleno de secretos, un
ropero lleno de malos momentos, memorias agradables y otras que no valen la
pena recordar. Quizás sea masoquista y autodestructivo quedarme viendo a la
nada mientras pienso en todo aquello que nunca fue, pero probablemente, algunos
secretos se esconden tan profundo en nuestra alma que difícilmente pueden ser
expuestos a la luz.
Sí, es
cierto, llevo un kilómetro de cosas guardadas que pocas personas se han animado
a conocer. Millones de cicatrices que la luz del sol aun no toca en mi piel. Y cada
vez que comparto alguna de ellas, un pedazo de mi alma se funde con el de aquel
que conoce mis secretos. Vivo una vida a contracorriente del deber ser. Quizás
no me he animado a nada o quizás he vivido tanto que ya me cansé de todo pero
sé que a veces, el alma se fragmenta, se divide en pequeños secretos que se
guardan en la memoria de los demás.
Y eso es lo que soy, un secreto fallido habitando en
la vida de los demás.
- Gabriela Infante
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