Llego el día en que finalmente, aprendí a convivir
conmigo, a estar sola, a ser siempre mi primera opción. Conocí a muchas
personas, ha algunas la vida me las quitó, a otras las aleje yo, unas
terminaron muriendo, y a otras las tuve que asesinar yo.
Y lo admito, soy culpable. Culpable por matar el
recuerdo de quienes supuestamente me amaron y me rompieron el corazón, culpable
de asesinar a quienes me torturaron las ideas hasta hacerme perder la razón.
A esos que destrozaron todo, a quienes no dejaron
nada y aun viéndome devastada en el suelo se atrevieron a pisotear mis poemas y a robarme la
inspiración. A esos los maté yo. Aniquile el recuerdo de amigos que siempre prometieron estar
conmigo y se fueron. A cambio de eso, decidí quedarme con unos pocos que jamás
me abandonan.
Yo nunca quise hacer daño a propósito pero entre
ellos y yo, me elegí a mí. Yo si supe ordenar mis prioridades. Llegue al punto
de cansarme de todo y de todos, así que decidí borrar cualquier rastro posible
de mi agenda, de mi diario, de mi amor.
Me dediqué a cerrar cada herida, a brindar por las
oportunidades y a celebrar lo verdadero y leal que tengo. Aleje todos esos demonios, porque ninguno se
merecía mi amor, no después de haberlo pisoteado.
Sí, soy culpable, los asesine a todos a costa de
olvido. No lean consternados porque todo lo hice en defensa propia.
Sí, yo tengo la culpa absoluta, pero antes de usted
juzgarme debe saber que a todos los amé en determinado momento, hasta que me
cansé de lo mismo y el olvido fue la única arma que encontré para asesinar sus
rostros de mi mente.
Sinceramente, nunca creo que sea capaz de lastimar a
nadie más que con olvido, porque yo no soy como ellos, yo soy yo y lo admito,
la asesina de recuerdos que tanto busca, soy yo.
- Gabriela Infante.
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