#MICROCUENTO
Hace años me enamoré de un chico que nunca fue mío, era
del invierno, y de las tormentas. Era un aguacero, cuya fuerza estremecía mis
huesos. Y yo completamente enganchada a un amor inventado quería seguir ahí. Era
extranjero, robaba todo de mí y me dejaba con las manos vacías.
Ladrón de mis días, quien entraba sin pedir permiso
y me sacudía el alma cada tanto que aparecía. Su voz era una ráfaga de viento
que me estremecía, justo como estar parada frente al mar. Sus manos a veces
parecían hechas de cristales rotos y yo siempre terminaba marcada con ellas.
Me hice la loca infinidades de veces solo para que
no se marchara, me enamore de un chico que siempre tuvo la palabra ‘falso’
tatuada en su frente, que me quería y no me quería, que me abrazaba sin darme
calor. Todas sus promesas fueron inconclusas, pero debo admitir que hay
mentiras que saben a chocolate. Llegue a pensar que era todo lo que buscaba,
que llenaría mis carencias y reconstruiría mis vidas, cuando en realidad solo
las destruyo un poco más.
Hace años me
enamoré de un chico que por un momento hizo que olvidara que el amor no se
trata de buscar a alguien que llene lo que te hace falta, sino coincidir con
alguien que sea tu compañero en la búsqueda de lo que te completa.
Me enamoré de un hombre arrogante y cruel, el cual
era incapaz de soltarme por miedo a que alguien notara que dentro de él no había
nada.
Pero por suerte, yo desperté.
Gabriela Infante.
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