sábado, 31 de octubre de 2015

Decir adiós

                                     


Estoy acostumbrada a alejarme de las personas en silencio. Despidiéndome sin avisar y alejándome de ellos. Nunca se dan cuenta cuando digo adiós, porque hago tanto silencio que tienden a pensar que estoy distraída. Están tan absortos pensando cual es el destino y que quieren hacer al llegar, que no se fijan por lo que está pasando su acompañante. Y no los culpo, las personas tienden a darse cuenta muy tarde que me he ido. Lo notan una vez que ven el frió en mis ojos o cuando mis abrazos han sido negados. Lo notan cuando voltean hacia atrás y no me ven en el camino. Estoy acostumbrada a alejarme de las personas en silencio, pero al menos tengo la valentía de hacerlo. No finjo sentir amor donde no lo hay, no se quedarme en un lugar en donde no encajo y no voy intentando rescatar algo que nunca existió. No lo veo como cobardía, pienso que uno se aleja de alguien mucho antes de decirle adiós. 

Sea como sea, me despido de ellos en silencio y nadie puede reprocharme lo que he hecho, porque todas esas personas se han ido primero y el ruido con el que lo han hecho a dolido más que el silencio con el que yo me he despedido.

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