Todo es mentira. Eso lo sé. Disculpas disfrazadas de
excusas que buscan transformarse en verdad. Explicaciones que no tienen sentido
pero que de tu boca suenan lógicas. Todo es una farsa que transformas en
realidad. Lo malo, es que quiero creerte. Quiero creer en tus razonamientos sin
sentido, en la escasa muestra de inocencia que no se termina de ir. En los días
que prometes y las noches que no cumples. En lo contradictorio que es estar
sintiéndome libre en un sitio donde no me dejas caminar. Todo es una mentira
que de tanto repetirla comienza a hacerse realidad. Comienzo a creerte y la
mentira deja de ser enemiga. Es un bunker. Es un ápice de esperanza. Es el
privilegio que me permite fantasear con lo que se me ocurra, caer en tu juego, que
aparezcas allí y simultáneamente desaparecerte. No estás cerca, ni quiero
creerte. Pero si estás cerca y contradictoriamente te quiero creer.
Pero así somos, contradictorios y con memoria selectiva.
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